Te echo de menos. Mis sabanas echan de menos tu olor. El
espejo del baño echa de menos tu reflejo lleno de espuma de afeitar y mi vaso
de cristal echa de menos ese cepillo azul que te obligué a traer. El suelo
reclama por las mañanas que seas tú el que se levante primero y mi móvil quiere
volver a reproducir tu foto en mis mensajes. La almohada me suplica que vuelvas
para no tener que consolarme sola y el armario no soporta estar sin tus
sudaderas ni la cajonera sin tus movimientos de cadera para cerrarla. Mis
libros echan en falta tus explicaciones a gritos y la nevera ha olvidado esa
cualidad tuya de vaciarla en una tarde. Las paredes susurran que vuelvas para hacerme
estallar en carcajadas y mi bolso pide tus manos intentando encontrar algún
pañuelo. La lamparita de noche reclama tus dedos después de darme las buenas
noches y los ambientadores no soportan el hecho de no tener que tapar tu olor a
tabaco. La osa mayor me pide todas las noches que vuelvan a aparecer tu dedo
índice señalándola y que la Luna ya no está celosa de mí. Mi cama aún conserva
tu forma y las noches se hacen más
oscuras des de que tú no estás. Mi piel se sigue imaginando como la acaricias
por detrás y de cómo jugueteas con mi pelo cuando me estoy a punto de dormir.
Todo está vacío. Sin sentido. Acabado. Muerto. Y todo porque nunca quise
admitir que no podía estar sin ti. Aunque la conclusión es que en el amor se
lucha contra todo, hasta contra ti mismo.