La vida se mide
en aquellas cosas que te hacen crecer día a día. Te hacen aprender un poco más…
y a veces, duele. Duele decepcionarse de gente con la que has compartido mil y
una cosas. Que saben mejor que nadie lo que te hace estar arriba, al límite, y
lo que te hace estar abajo, tocando fondo. Creo que de aquí un tiempo me reiré
de todas aquellas personas que han intentado humillarme y me han hecho comer
mierda de sus zapatos, aquellos que me han pisado. Siempre he pensado que después de la
tempestad, llega la calma, que lo malo tiene sus cosas buenas, que siempre hay
otra ventana o puerta donde puedo encontrar algo mejor, alguien mejor. Con el
paso del tiempo sólo quedan aquellas personas que merecen estar a tu lado, que
te corresponden en la vida... y déjame decirte que es ese el momento donde solo
cuentas con los dedos de una mano a los amigos, palabra que muchos se creen ser
y poco la cumplen. Hay que darse cuenta que tienes problemas peores por los que
preocuparte, que no por gente que no te valora y no te aprecia a su lado. Y son
aquellos los que al final están solos, las que piden ayuda y cuando tu la has
pedido, no la has tenido y entonces le repites “espabílate” pero tengo que
darte las gracias, porque gracias a tu falsedad, hipocresía, egoísmo y
palabrejas, te miro desde arriba, donde tu has estado y no volverás. Y no se le
llama rencor, se le llama: “Todo el
mundo prueba de su propia medicina, y no a todo el mundo le sienta bien”.
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