No quiero princesas, ni ramos de rosas con espinas mal cortadas.
No quiero despertarme todas las mañanas a tu lado, ni tener que vivir algo
especial el catorce de febrero. No me da la gana ser tu blancanieves, ni que me
lleves a París. No quiero posesivos ni al verbo querer velando por mis oídos
las veinticuatro horas. Hace tiempo que dejé de creer en bebes en pañales lanzándome
flechas y en fuentes que cumplen deseos. No quiero que te obsesiones conmigo,
ni que te canses. No permito que superes la distancia de seguridad que he
creado para protegerme, ni que creas que podrás cambiar alguno de mis cientos
de defectos. No quiero que nuestros labios encajen, ni que mis ojos brillen al
mirarte. Ni que tu hombro sea cómodo ni que mi pelo no tenga enredos para
poderlo acariciar. No quiero fusionar nuestro ADN, ni que nuestra saliva se
mezcle. No quiero que mi respiración se agite al verte, ni que mi corazón se
contraiga al compás del tuyo. Que mi canción favorita no me recordará a ti y
que no pienso abandonar a Soledad por tu sonrisa. No quiero que te lances ni
que te asustes a mi reacción de cobra. No me da la gana que me digas lo mona
que soy cuando estoy celosa, ni a las ganas de matarte que me entran ese
momento. Me pegaré las pestañas para que no puedas pedir más deseos y cerraré
las ventanas para que los pájaros no canten al amanecer. Quiero que escondas
todas tus camisas y que no me prestes ninguna sudadera. Que no me riñas por
morderme las uñas y que no sonrías cada vez que me mancho la cara. No quiero
sacar del periódico la sección de deportes para dártela a ti, ni despertarme
los domingos comida a besos. No quiero susurrar ninguna palabra ñoña, ni que me
dediques canciones cada vez que me echas de menos. No quiero al SMS de buenas
noches, ni hablar de naranjas mal cortadas. Solo te quiero a ti y a esa jodida
manía en aumento de querer cambiar todo lo que acabo de decir; y podrás
conseguirlo. Solo pongo una condición; contigo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario