Con esto, y más

"Y ahora, mientras pueda, me sostengo con ambas manos, por que siempre creeré que no hay nada que necesite, excepto a ti"

lunes, 6 de febrero de 2012

Tú y la muerte.

Muerte. Sí, esa palabra que congela el alma cada vez que la pronuncian. Los pelos se erizan y las cuencas se llenan de lágrimas. La muerte no es fácil de describir. Nunca me ha gustado hablar de ella. No quería que supiese que yo existía, ni tampoco la gente de mi alrededor,  para no poder atacarme por donde más duele. Tapar los oídos con ambas manos y hacer como si nada. Pero ya no. Ya no soy una niña que no se da cuenta de lo que significa eso. La muerte es como un hola y adiós. Como de la noche a la mañana. Sin ninguna explicación, sin razones, sin motivos, sin despedidas y sin conocimientos. Sí, conocimientos, porque decirme, ¿Quién os ha enseñado a afrontarla? Nadie. Mucha historia y mucha ortografía pero tres mierdas para las cosas de verdad. Y para complementar la gente no para de sacar el tema. Sí, ese don esencial que tiene la gente para joder. No me asusta mi muerte, lo que me da miedo es que llegue a las personas que aprecio. Y lo malo es que no puedes hacer nada para evitarlo. Te sientes inútil, impotente, incompetente, inexperto, resumiendo, una mierda. Antes la veías lejos, algo que esperabas no tocar, ni que tocasen. Superarlo lo ves como un camino lejano. No tienes suficientes fuerzas como para seguir. Notas que esto te va demasiado grande y que esperas que se acabe cuanto antes. La muerte es un fin. El final de la historia. El final de muchas ilusiones y sueños. Y ahora solo ronda una palabra por tu mente “ser fuerte”.

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